I made this widget at MyFlashFetish.com.

viernes, 28 de enero de 2011






























 Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla;
Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.
Salmos 126:6

GRAN CULTO GAVILLAS PARA CRISTO
ENERO 29 2011
LA ENTRADA GRATUITA 
EL VALOR ES ETERNO



Clama a mi y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes
y ocultas que tú no conoces.     Jeremías 33:3

AQUERLES ASCANIO
VOL. 4 
DE RODILLAS ANTE DIOS


lunes, 24 de enero de 2011

  EL MÁRTIR DE LAS CATACUMBAS (Parte II)
El Campamento Pretoriano
Segunda Parte

  Bien puede el haber sido instigado por consejeros ignorantes o maliciosos.

-          Tengo entendido que es una resolución tomada por el mismo. - El numero de los que han sido entregados a la muerte de esa manera y por el mismo motivo es enorme

-          OH, si, son algunos millares. Quedan muchos mas; pero es que no se les puede capturar. Y precisamente eso me recuerda la razon de mi presencia jaca. Te traigo la comisiona imperial.

Lúculo extrajo de los dobleces de su capa militar un rollo de pergamino, el cual entrego a Marcelo. Este ultimo examino con avidez su contenido. Se le ascendía a un grado mayor, al mismo tiempo que se le comisionaba para buscar, perseguir y detener a los cristianos en donde fuera que se hallasen ocultos, haciéndose mención en particular de las catacumbas.

Marcelo leyó con el ceño fruncido y luego puso el rollo a un lado

-          No pareces estar muy contento

-          Te confieso que la tares es desagradable. Soy un soldado y no me gusta eso de andar a la caza de viejos y niños para los verdugos. Sin embargo, como soldado debo obedecer. Dime algo acerca de esas catacumbas.

-          ¿las catacumbas? Es un distrito subterráneo que hay debajo de las ciudad, y cuyos limites nadie conoce. Los cristianos huyen a las catacumbas cada vez que se hallan en peligro; también están ya habituados a enterrar a sus muertos allí.  Una vez que logran penetrar allí, se pueden considerar fuera del alcance de los poderes del estado

-          ¿Quien hizo las catacumbas?

-          Nadie sabe con exactitud. El hecho es que han existido allí por muchos siglos. Yo creo que fueron excavadas con el objeto de extraer arena para edificaciones. Pues en la actualidad todo nuestro cemento proviene de allí, y podrás ver innumerables obreros trayendo el cemento a la ciudad por todos los caminos. En la actualidad tienen que ir hasta una gran distancia, porque con el transcurso de los años han excavado tanto debajo de la ciudad que la han dejado sin fundamento.

-          ¿Existe alguna entrada?

-          Hay entradas innumerables. Precisamente esa es la dificultad. Pues si hubiera solamente unas pocas, entonces podríamos capturar a los fugitivos. Pero así no podemos distinguir de que dirección hemos de avanzar contra ellos.

-          ¿Hay algún distrito del cual se sospecha?

-          Si. Siguiendo por la Vía Apia, como a dos millas cerca a la tumba de Cecilia Metella, la gran torre redonda que conoces, allí se han encontrado muchos cadáveres. Hay conjeturas que esos son cuerpos de los cristianos que han sido rescatados del anfiteatro y llevados allá para darles sepultura. Al acercarse los guardias los cristianos han dejado los cadáveres y han huido. pero, después de todo, eso no ayuda en nada, porque después que uno penetra a las catacumbas, no puede considerar que esta mas cerca del objetivo que antes. No hay ser humano que pueda penetrar a aquel laberinto sin el auxilio de aquellos que viven allí mismo.

-          ¿Quienes viven allí?

-          Los excavadores, que aun se dedican a cavar la tierra en busca de arena para las construcciones. Casi todos ellos son cristianos, y siempre están ocupados en cavar tumbas para los cristianos que mueren. Estos hombres han vivido allí toda la vida, y no solamente se puede decir que están familiarizados con todos aquellos pasajes, sino que tienen una especie de instinto que les guía.


-          Has entrado algunas veces a las catacumbas, ¿verdad?.

-          Una vez, hace mucho tiempo, cuando un excavador me acompañó. Pero solo permanecí allí un corto tiempo. Me dio la impresión de ser el lugar mas terrible que hay en el mundo.

-          Yo he oído hablar de las catacumbas, pero en realidad no sabia nada respecto a ellas. Es extraño que sean tan poco conocidas. ¿No podrían esos excavadores comprometerse a guiar a los guardias por todo ese laberinto?

-          No, ellos no entregaran a los cristianos. - Pero ¿se ha intentado hacerlo?

-          OH, si. Algunos obedecen y guían a los oficiales de la justicia a través de la red de pasajes, hasta que llega un momento en que casi pierden el sentido. Las antorchas casi se extinguen, llegando ellos a aterrorizarse. Y entonces piden que se regrese. El excavador expresa que los cristianos deben haber huido, y así regresa al oficial al punto de partida o ingreso.

-          ¿y ninguno tiene la suficiente resolución de seguir hasta llegar a encontrar a esos cristianos?

-          Si insisten en continuar la busques a los excavadores les guían hasta cuando quieran. Pero lo hacen por los incontables pasajes que intersecan algunos distritos particulares.

-          ¿Y no se ha encontrado uno solo que entregue a los fugitivos?

-          Si, algunas veces. pero ¿de que sirve? A la primera señal de alarma todos los cristianos desaparecen por los conductos laterales que se abren por todas partes.

-          Mis perspectivas de éxito son muy pocas.

-          Podrán ser muy pocas, ero mucha esperanza se tiene cifrada en esta empresa que se te comisiona, habrás asegurado tu fortuna. Y ahora, ¡Buena suerte! Te he dicho todo lo que conozco. No tendrás dificultad en aprender mucho mas de cualquiera de los excavadores.


Eso decía Lúculo al mismo tiempo que se marchaba.
Marcelo hundió su rostro entre las manos, y se sumió en profundos pensamientos. Empero, en medio de su meditación le perseguía, como envolviéndole, la letra cada vez mas penetrante de aquella gloriosa melodía que evidenciaba el triunfo sobre la muerte:

Al que nos amo
Al que nos ha lavado de nuestros pecados.

viernes, 21 de enero de 2011

EL MARTIR DE LAS CATACUMBAS (Parte II)
El Campamento Pretoriano

Marcelo había nacido en Gades, y se había criado bajo la férrea disciplina del ejercito romano. había estado en destacamentos en África, en Siria y Bretaña, y en todas partes se había distinguido, no solamente por su valor en el campo de batalla sino también por su sagaz habilidad administrativa, razones estas por las cuales se había hecho merecedor de honores y ascensos. A su llegada a Roma, adonde había venido portando importantes mensajes, había agradado al Emperador de tal manera que le había destinado a un puesto de tal manera que le había destinado a un puesto honorable entre los pretorianos.

Lúculo, por el contrario, jamás había salido de las fronteras de Italia, apenas quizá de la ciudad. Pertenecía a una de las mas antiguas y notables familias romanas, y era, naturalmente, heredero de abundantes riquezas, con la correspondiente influencia que a estas compañía. había sido cautivado por el osado y franco carácter de Marcelo, siendo así que los dos jóvenes se convirtieron en firmes amigos. El conocimiento minucioso que de la capital poseía Lúculo, le deparaba la facilidad de servir a su amigo; y las escenas descritas en el capitulo precedente fueron en una de las primeras visitas que Marcelo hacia al renombrado Coliseo. El campamento pretoriano estaba situado a la muralla de la ciudad, a la cual se hallaba unido por otra muralla que lo circundaba. Los soldados vivían en cuartos a modo de celdas perforadas en la misma pared. Era un cuerpo integrado por numerosos hombres cuidadosamente seleccionados, y su posición en la capital les concedió tal poder e influencia que por muchas edades mantuvieron el control del gobierno de la capital. Un camino seguro hacia la fortuna, y Marcelo reunía todas las condiciones para que se le augurara un futuro pletórico de perspectivas y todos los honores que el favor del Emperador podía depararle.

En la mañana del día siguiente, Lúculo ingreso a su cuarto, y después de haber cambiado los saludos usuales y de confianza, empezó a hablar respecto a la lucha que había presenciado.
Marcelo dijo: - Tales escenas no son de las que en verdad me agradan. Son actos de crasa cobardía.. A cualquiera le puede complacer el ver a dos hombres bien entrenados trabarse en pareja lucha limpiamente; pero aquellas carnicerías que se ven en el Coliseo son detestables. ¿Por qué había de matarse a Macer? El era uno de los mas valientes de los hombres, y yo tributo todo mi homenaje a su valentía inimitable. ¿Y por que se ha de arrojar a las fieras salvajes a aquellos ancianos y niños?

-          Es que esos eran cristianos. Y la ley es sagrada e inquebrantable.

-          Esa es la respuesta de siempre. ¿Que delito han cometido los cristianos?

Yo me he encontrado con ellos por todas partes del imperio, pero jamás los he visto entregados no comprometidos siquiera en perturbaciones o cosa semejante.

-          Ellos son lo peor de la humanidad.

-          Esa es la acusación. Pero ¿que pruebas hay?

-          ¿Pruebas? ¿Que necesidad tenemos de pruebas, si se sabe hasta la saciedad lo que son y hacen. Conspiran en secreto contra las leyes y la religión de nuestro estado. Y tanta es la magnitud de su odio contra las instituciones que ellos prefieren morir antes que ofrecer sacrificio. No reconocen rey ni monarca alguno en la tierra, sino a aquel judío crucificado que ellos insisten en que vive actualmente. Y tanta es su malevolencia hacia nosotros que llegan a afirmar que hemos de ser torturados toda nuestra vida futura en los infiernos.

-          Todo eso puede ser verdad. De eso no entiendo nada. Respecto a ellos yo no conozco nada.

-          La ciudad la tenemos atestada de ellos; el imperio ha sido invadido. Y ten presente esto que te digo. La declinaciónde nuestro amado imperio que vemos y lamentamos por todas partes, el que se hayan difundido la debilidad y la insubordinación, la contracción de nuestras fronteras: todo esto aumenta conforme aumentan los cristianos. ¿A quien mas se deben todos estos males, si no a ellos?

-          ¿Como así han llegado a originar todo esto?

-          Por medio de sus enseñanzas y sus practicas detestables. Ellos enseñan que el pelear es malo, que los soldados son los mas viles de los hombres, que nuestra gloriosa religión bajo la cual hemos prosperado es una maldición, y que nuestros dioses inmortales no son sino demonios malditos. Según sus doctrinas, ellos tienen como objetivo derribar nuestra moralidad. En sus practicas privadas ellos realizan los mas tenebrosos e inmundos de los crímenes. Ellos siempre mantienen entre si el mas impenetrable secreto, pero a veces hemos llegado a escuchar sus perniciosos discursos y sus impúdicos cantos.

-          A la verdad que, de ser todo esto así, es algo sumamente grave y merecen el mas severo castigo. Pero, de acuerdo a tu propia declaración, ellos mantienen el secreto entre ellos, y por consiguiente se sabe muy poco de ellos. Dime, aquellos hombres que sufrieron el martirio ayer, ¿tenían apariencia de todo esto? Aquel anciano ¿tenia algo que demostrara que había pasado su vida entre escenas de vicio? ¿Eran acaso impúdicos los cantos que elevaron esas bellísimas muchachas mientras esperaban ser devoradas por los leones?

 Al que nos amo;
Al que nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre.

Y Marcelo canto en voz baja y suave las palabras que el había oído.

-          Te confieso, amigo, que yo en el fondo de mi alma lamente la suerte de ellos.

A lo que Marcelo Añadió, - Y yo habría llorado si no hubiera sido soldado romano. Detente un momento y reflexiona.

Tu me dices cosas respecto a los cristianos que al mismo tiempo confiesas que solamente las sabes de oídos, de labios de aquellos que también ignoran lo que dicen. te atreves a afirmar que son infames y viles, el desecho de la tierra. Yo personalmente los contemplo cuando afrontan la muerte, que es la que prueba las cualidades mas elevadas del alma. Le hacen frente con toda nobleza, al extremo de morir alegremente. Roma en toda su historia no puede exhibir un silo ejemplo de escena de mayor devoción que la que presenciamos ayer. Tu dices que ellos detestan a los soldados, pero son sobremanera valientes, me dices que son traidores, sin embargo ellos no resisten a la ley; haces declaraciones de que ellos son impuros, empero, si se puede decir que existía pureza en toda la tierra, corresponde a las bellísimas doncellas que murieron ayer.

-          Te entusiasmas excesivamente por aquellos parias.

-          No es mero entusiasmo, Lúculo. Yo deseo saber la verdad. Toda mi vida he oído estas  referencias. Pero ante lo que vi ayer juntamente contigo, por primera vez he llegado a sospechar de su veracidad. Y ahora te pregunto a ti con todo mi afán, y descubro que tu conocimiento no se funda en nada. Y hoy yo bien recuerdo que estos cristianos por todo el mundo son personas pacíficas y honradas a toda prueba. jamás parte en levantamientos o perturbaciones, y estoy convencido que ninguno de estos crímenes que se les imputa podrá comprobarse contra ellos. Por que, entonces, se les mata?

-          Sin embargo el Emperador tiene que tener buenas razones para haberlo dispuesto así.

Esta  historia    continuará......

jueves, 13 de enero de 2011

muy pronto desde aquí       
descarga música cristiana
para tu PC
continuando con el primer capitulo


-          ¿Suele haber muchas escenas como esta? - pregunto Marcelo

- Así suele ser. cada vez que se presentan cristianos. Ellos hacen frente a cualquier numero de fieras. Las muchachas caminan de frente firmemente desafiando a los leones y a los tigres, pero ninguno de estos locos quiere levantar su mano contra otros hombres. Este Macer ha desilusionado amargamente a nuestro populacho. Era el mas excelente de todos los gladiadores que se han conocido; empero, al convertirse en cristiano, cometió la peor de las necedades.

Marcelo contesto meditativo

-          ¡Fascinante religión debe ser aquella que lleva a un simple gladiador a proceder de la manera que hemos visto!

-          Ya tendrás la oportunidad de contemplar mucho mas de esto que te admira.

-          ¿Como así?

-          ¿No lo has sabido? Estas comisionado para desenterrar a algunos de estos cristianos. Se han introducido en las catacumbas y hay que perseguirlos.

-          Cualquiera pensaría que ya tienen suficiente. Solamente esta mañana quemaron cincuenta de ellos.

-          Y la semana pasada degollaron cien. Pero eso no es nada. La ciudad integra se ha convertido en todo un enjambre de ellos. Pero el Emperador Decio ha resulto restaurar en toda su plenitud la antigua religión de los romanos. Desde que estos cristianos has aparecido el imperio va en vertiginosa declinación. En vista de eso el se ha propuesto a aniquilarlos por completo. Son la mayor maldición, y como a tal se les tiene que tratar. Pronto llegaras a comprenderlo.


Marcelo contesto con modestia:

-          Yo no he residido en Roma lo suficiente, y es así que no comprendo que el lo que los cristianos creen en verdad. Lo que ha llegado a mis oídos es que casi cada crimen que sucede se les imputa a ellos. Sin embargo, en el caso de ser como tu dices, he de tener la oportunidad de llegar a saberlo.

En ese momento una nueva escena les llamo la atención. Esta vez entro al escenario un anciano, de figura inclinada y cabello blanco plateado. Era de edad muy avanzada. Su aparición fue recibida con gritos de burla e irrisión, aunque su rostro venerable y su actitud digna hasta lo sumo hacían presumir que se le presentaba para despertar admiración. Mientras las risotadas y los alaridos de irrisión herían sus oídos, el elevo su cabeza al mismo tiempo que pronuncio unas pocas palabras

-          ¿Quien es el? - pregunto Marcelo
-          Ese el Alejandro, un maestro de la abominable secta de los cristianos. Es tan obstinado que se niega a retractarse.
-          Silencio. Escucha lo que esta hablando
-          Romanos, - dijo el anciano -, yo soy cristiano. Mi Dios murió por mi, y yo gozoso ofrezco mi vida por El.

Un bronco estallido de gritos e imprecaciones salvajes ahogaron su voz. Y antes que aquello hubiera concluido, tres panteras aparecieron saltando hacia el. El anciano cruzo los brazos, y elevando sus miradas al cielo, se le veía mover los labios como musitando sus oraciones. Las salvajes fieras cayeron sobre El mientras oraba de pie, y en cuestión de segundos lo habían despedazado. Seguidamente dejaron entrar otras fieras salvajes. Empezaron a saltar alrededor del ruedo intentando saltar contra las barreras. En su furor se trenzaron en horrenda pelea unas contra
otras. Era una escena espantosa. En medio de la misma fue arrojada una banda de indefensos prisioneros, empujados con rudeza. Se trataba principalmente de muchachas, que de este modo eran ofrecidas a la apasionada turba romana sedienta de sangre. Escenas como esta habrían conmovido el corazón de cualquiera en quien las ultimas trazas de sentimientos humanos no hubiesen sido anuladas. Pero la compasión no tenia lugar en Roma.

Encogidas y temerosas las infelices criaturas, mostraban la humana debilidad natural al enfrentarse con la muerte tan terrible; pero de un momento a otro, algo como una chispa misteriosa de fe las poseía y las hacia superar todo temor.
Al darse cuenta las fieras de la presencia de sus presas, empezaron a acercarse. Estas muchachas juntando las manos, pusieron los ojos en los cielos, y elevaron un canto solemne e imponente, que se elevo con claridad y bellísima dulzura hacia las mansiones celestiales:

Al que nos amo,
Al que nos ha lavado de nuestros pecados
En su propia sangre;
Al que nos ha hecho reyes y sacerdotes,
Para nuestro Dios y Padre;
A el sea el dominio
Por lo siglos de los siglos
¡Aleluya! ¡Amen!

Una por una fueron silenciadas las voces, ahogadas con su propia sangre, agonía y muerte; uno por uno los clamores y contorsiones de angustia se confundían con exclamaciones de alabanza; y estos bellos espíritus juveniles, tan heroicos ante el sufrimiento y fieles hasta la muerte, llevaron su canto hasta unirlo con los salmos de los redimidos en las alturas.

seguiremos con esta extraordinaria historia.

martes, 11 de enero de 2011

El Coliseo  (Parte I)

Cruel carnicería para jolgorio de los romanos.

Era uno de los grandes días de fiesta en Roma. De todos los extremos del país las gentes convergían hacia un destino común. Recorrían el Monte Capitolino, el Foro, el Templo de la Paz, el Arco de Tito y el palacio imperial en su desfile por las innumerables puertas, desapareciendo en el interior.
Allí se encontraban frente a un escenario maravilloso: en la parte inferior la arena interminable se desplegaba rodeada por incontables hileras de asientos que se elevaban hasta el tope de la pared exterior que bordeaba los cuarenta metros. Aquella enorme extensión se hallaba totalmente cubierta por seres humanos de todas las edades y clases sociales. Una reunión tan vasta, concentrada de tal modo, en la que solo se podían distinguir largas filas de rostros fieros, que se iban extendiendo sucesivamente, constituían un formidable espectáculo que en ninguna parte
del mundo ha podido igualarse, y que había sido ideado, sobre todo, para aterrorizar e infundir sumisión en el alma del espectador. Mas de cien mil almas se habían reunido aquí, animadas de un sentimiento común, e incitadas por una sola pasión. Pues lo que les había atraído a este lugar era una ardiente sed de sangre de sus semejantes.

Jamás se hallara un comentario mas triste de esta alardeada civilización de la antigua Roma, que este macabro espectáculo creado por ella.
Allí se hallaban presentes guerreros que habían combatido en lejanos campos de batalla, y que estaban bien entrenados de lo que constituían actos de valor; sin embargo, no sentían la menor indignación ante las escenas de cobarde opresión que se desplegaban ante sus ojos. Nobles de antiguas familias se hallaban presentes allí, pero no tenían ojos para ver en estas exhibiciones crueles y brutales el estigma sobre el honor de su patria.

A su vez los filósofos, los poetas, los sacerdotes, los gobernadores, los encumbrados, como también los humildes de la tierra, atestaban los asientos; pero los aplausos de los patricios eran tan sonoros y ávidos como los de los plebeyos. ¿Que esperanza había para Roma cuando los corazones de sus hijos se hallaban íntegramente dados a la crueldad y a la opresión mas brutal que se puede imaginar? El sillón levantado sobre un lugar prominente del enorme anfiteatro se hallaba ocupado por el Emperador Decio, a quien rodeaban los principales de los romanos. Entre estos se podía contar un grupo de la guardia pretoriana, que criticaban los diferentes actos de la escena que se desenvolvía en su presencia con aire de expertos. Sus carcajadas estridentes, su alborozo y su espléndida vestimenta los hacían objeto de especial atención de parte de sus vecinos. Ya se habían presentado varios espectáculos preliminares, y era hora de que empezaran los combates.

Se presentaron varios combates mano a mano, la mayoría de los cuales tuvo resultados fatales, despertando diferentes grados de interés, según el valor y habilidad que derrochaban los combatientes. Todo ello lograba el efecto de aguzar el apetito de los espectadores, aumentando su vehemencia, llenándoles del mas vivo deseo por los eventos aun mas emocionantes que habían de seguir. Un hombre en particular había despertado la admiración y el frenético aplauso de la multitud. Se trataba de un africano de Mauritania, cuya complexión y fortaleza eran de gigante.
Pero su habilidad igualaba a su fortaleza. Sabia blandir su espada con destreza maravillosa, y cada uno de los contrincantes que hasta el momento yacía muerto. Llego el momento en que había de medirse con un gladiador de Batavia, hombre al cual solamente El le igualaba en fuerza y estatura. Pero los separaba un contraste sumamente notable. El africano era tostado, de cabello relumbrante y rizado y ojos chispeantes; el de Batavia era de tez ligera, de cabello rubio y de ojos vivísimos de color gris. Era difícil decir cual de ellos llevaba ventaja; tan acertado había sido el cotejo en todo sentido.

Pero, como primero había ya estado luchando por algún tiempo, se pensaba que El tenia esto como desventaja.
Lego, pues, el momento en que se trabo la contienda con gran vehemencia y actividad de ambas partes. El de Batavia asesto tremendos golpes a su contrincante, que fueron parados gracias a la viva destreza de este. El africano era ágil y estaba furioso, pero nada podía hacer contra la fría y sagaz defensa de su vigilante adversario.
Finalmente, a una señal dada, se suspendió el combate, y los gladiadores fueron retirados, pero de ninguna manera ante la admiración o conmiseración de los espectadores, sino simplemente por el sutil entendimiento de que era el mejor modo de agradar al publico romano. Todos entendían, naturalmente, que los gladiadores volverían. Llego ahora el momento en que un gran numero de hombres fue conducido a la arena. Estos todavía estaban armados de espadas cortas.
No bien paso un momento, cuando ya ellos habían empezado el ataque. No era un conflicto de dos bandos opuestos, sino una contienda general, en la cual cada uno atacaba a su vecino. Tales escenas llegaban a ser las mas sangrientas, y por lo tanto las que mas emocionaban a los espectadores. Un conflicto de este tipo siempre destruiría el mayor numero en el menor tiempo.

La arena presentaba el escenario de confusión mas horrible. Quinientos hombres en la flor de la vida y la fortaleza, armados de espadas luchaban en ciega confusión unos contra otros. Algunas veces se trenzaban en una masa densa y enorme; otras veces se separaban violentamente,  ocupando todo el espacio disponible, rodeando un rimero de muertos en el centro del campo. Pero, a la distancia, se asaltaban de nuevo con indeclinable y sedienta furia, llegando a trabarse combates separados en todo el rededor del macabro escenario; el victorioso en cada uno corría
presuroso a tomar parte en los otros, hasta que los últimos sobrevivientes se hallarían nuevamente empeñados en un ciego combate masivo la larga las luchas agónicas por la vida o la muerte se tornaban cada vez mas débiles.

Solamente unos cien quedaban de los quinientos que empezaron, a cual mas agotados y heridos. Repentinamente se dio una señal y dos hombres saltaban a la arena y se precipitaban desde extremos opuestos sobre esta miserable multitud. Eran el africano y el de Batavia. Ya frescos después del reposo, caían sobre los infelices sobrevivientes que ya no tenían no el espíritu para combinarse, ni la fuerza para resistir. Todo se reducía a una carnicería.

Estos gigantes mataban a diestra y siniestra sin misericordia, hasta que nadie mas que ellos quedaba de pie en el campo de la muerte y oían el estruendo del aplauso de la muchedumbre. Estos dos nuevamente renovaban el ataque uno contra el otro, atrayendo la atención de los espectadores, mientras eran retirados los despojos miserables de los muertos y heridos. El combate volvía a ser tan cruel como el anterior y de invariable similitud. A la agilidad del
africano se oponía la precaución del de Batavia. Pero finalmente aquel lanzo una desesperada embestida final, el de Batavia lo paro y con la velocidad del relámpago devolvió el golpe. El africano retrocedió ágilmente y soltó su espada. Era demasiado arde, porque el golpe de su enemigo le había traspasado el brazo izquierdo. Y conforme cayo, un alarido estrepitoso de salvaje regocijo surgió del centenar de millares de así llamados seres humanos. Pero esto no había de considerarse como el fin, porque mientras aun el conquistador estaba sobre su victima, el personal
de servicio se introdujo de prisa a la arena y lo saco. Empero tanto los romanos como el herido sabían que no se trataba de un acto de misericordia. Solo se trataba de reservarlo para el aciago fin que le esperaba.

-          El de Batavia es un hábil luchador, Marcelo - comento un joven oficial con su compañero de la concurrencia a la que ya se ha aludido.

-          Verdaderamente que lo es, mi querido Lúculo - replico el otro - No creo haber visto jamás un gladiador mejor que este. En verdad los dos que se han batido eran mucho mejores de lo común

-          Allá adentro tienen un hombre que es mucho mejor que estos dos.

-          ¡Ah! ¿Quien es el?

-          El gran gladiador Macer. Se me ocurre que el es el mejor que jamás he visto.
-          Algo he oído respecto a El. ¿Crees que lo sacaran esta tarde?
-          Entiendo que si.

Esta breve conversación fue bruscamente interrumpida por un tremendo rugido que surco los aires procedente del vivario, o sea el lugar en donde se tenían encerradas las fieras salvajes. Fue uno de aquellos rugidos feroces y terroríficos que solían lanzar las mas salvajes fieras cuando habían llegado al colmo del hambre que coincidía con el mismo grado de furor. No tardaron en abrirse los enrejados de hierro manejados por hombres desde arriba, apareciendo el primer tigre al acecho en la arena. Era una fiera del África, desde donde había sido traída no muchos días antes. Durante tres días no había probado alimento alguno, y así al hambre juntamente con el prolongado
encierro había aguzado su furor a tal extremo que solamente el contemplarlo aterrorizaba.

Azotándose con la cola recorría la arena mirando hacia arriba, con sanguinarios ojos a los espectadores. Pero la atención de estos no tardo en desviarse hacia un objeto distinto. Del otro extremo se donde la fiera se hallaba fue arrojado a la arena nada menos que un hombre. No llevaba armadura alguna, sino que estaba desnudo como todos los gladiadores, con la sola excepción de un taparrabo. Portando en su diestra la habitual espada corta, avanzo con dignidad y paso firma hacia el centro del escenario.
En el acto todas las miradas convergieron sobre este hombre. Los innumerables espectadores clamaron frenéticamente:

"¡Macer, Macer!" El tigre no tardo en verlo, lanzando un breve pero salvaje rugido que infundía terror.

Macer con serenidad permaneció de pie con su mirada apacible pero fija sobre la fiera que movía la cola con mayor furia cada vez, dirigiéndose hacia el.
Finalmente el tigre se agazapo, y de esta posición con el impulso característico se lanzo en un salto feroz sobre su presa. Macer no estaba desprevenido. Como una centella voló hacia la izquierda, y no bien había caído el tigre en tierra, cuando le aplico una estocada corta pero tajante y certera en el mismo corazón. ¡Fue el golpe fatal para la fiera!. La enorme bestia se estremeció de la cabeza a los pies, y encogiéndose para sacar toda la fuerza de sus entrañas, soltó su postrer bramido que se oyó casi como el clamor de un ser humano, después de lo cual cayo muerta en la arena. Nuevamente el aplauso de la multitud se oyó como el estrépito del trueno por todo el derredor.

-          ¡Maravilloso! - exclamo Marcelo

-          ¡Jamás he visto habilidad como la de Macer! Su amigo le contesto reanudando la charla, - ¡Sin duda se ha pasado la vida luchando!


Pronto el cuerpo del animal muerto fue arrastrado fuera de la arena, al mismo tiempo que se oyó el rechinar de las rejas que se abrían nuevamente atrayendo la atención de todos. Esta vez era un león. Se desplazo lentamente en dirección opuesta, mirando en derredor suyo al escenario que le
rodeaba, en actitud de sorpresa. Era este el ejemplar mas grande de su especie, todo un gigante en tamaño, habiendo sido largo tiempo preservado hasta hallarle un adversario adecuado. A simple vista parecía capaz de hacer frente victoriosamente a dos tigres cono el que le había precedido.
A su lado Macer no era sino una débil criatura. El ayuno de esta fiera había sido prolongado, pero no mostraba la furia del tigre. Atravesó la arena de uno a otro extremo, y luego el rededor en una especie de trote, como si buscara una puerta de escape. Mas hallando todo cerrado, finalmente retrocedió hacia el centro, y pegando el rostro contra el suelo dejo oír profundo bramido tan alto y prolongado que las enormes piedras del mismo Coliseo vibraron con el sonido. Macer permaneció inmóvil. Ni un solo músculo de su rostro cambio en lo mas mínimo. Estaba con la cabeza erguida con la expresión vigilante y característica, sosteniendo su espada en guardia. Finalmente el león se lanzo sobre El de lleno. El rey de las fieras y el rey de la creación se mantuvieron frente a frente mirándose a los ojos el uno al otro. Pero la mirada serena del hombre pareció enardecer la ira propia del animal. Erecta la cola y todo el, retrocedió; y tirando su melena, se agazapo hasta el suelo en preparación para saltar. La enorme la multitud se paro embelesada. He aquí una escena que merecía su interés La asa oscura del león se lanzo al frente, y otra vez el gladiador en su habitual maniobra salto hacia el costado y lanzo su estocada. Empero esta vez la espada solamente hirió una e las costillas y se le cayo de la mano. EL león fue herido ligeramente, pero el golpe sirvió solo para levantar su furia hasta el grado supremo. Macer empero no perdió ni un ápice de su característica calma y frialdad en este momento tremendo. Perfectamente desarmado en espera del ataque, se planto delante de la fiera. Una y otra vez el león lanzo sus feroces ataques, y cada uno fue evadido por el ágil gladiador, quien con sus hábiles movimientos se
acercaba ingeniosamente al lugar en donde estaba su arma hasta lograr tomarla nuevamente. Y ahora, otra vez armado de su espada protectora, espera el zarpazo final de la fiera que respiraba muerte. El león se arrojo como la vez anterior, pero esta vez Macer acertó en el blanco. La espada le traspaso el corazón. La enorme fiera cayo contorsionándose de dolor. Poniéndose en pie echo a corres por la arena, y tras su ultimo rugido agónico cayo muerto junto a las rejas por donde había salido.

Ahora Macer fue conducido fuera del ruedo, viéndose aparecer nuevamente al de Batavia. Se trataba de un publico de refinado gusto, que demandaba variedad. Al nuevo contendedor le soltaron un tigre pequeño, el cual fue vencido.

Seguidamente se le soltó un león. Este dio muestras de extrema ferocidad, aunque por su tamaño no salía de lo común. No cabía la menor duda de que el de Batavia no se igualaba a Macer. El león se lanzo sobre su victima, habiendo sido herido; pero, al lanzarse por segunda vez al ataque, agarro a su adversario, y literalmente lo despedazo.

Entonces nuevamente fue sacado Macer, para quien fue tarea fácil acabar con el cachorro.
Y esta vez, mientras Macer permanecía de pie recibiendo los interminables aplausos, apareció un hombre por le lado opuesto. Era el africano. Su brazo no siquiera había sido vendado sino que colgaba a su costado, completamente cubierto de sangre. Se encamino titubeando hacia Macer, con penosos pasos de agonía. Los romanos sabían que este había sido enviado sencillamente para que fuese muerto. Y el desventurado también lo sabia, porque conforme se acerco a su adversario, arrojo su espada y exclamo en una actitud mas bien de desesperación:

-          ¡Mátame pronto! Líbrame del dolor.

Todos los espectadores a uno quedaron mudos de asombro al ver a Macer retroceder y arrojar al suelo su espada.
Todos seguían contemplando maravillados hasta lo sumo de silenciosos. y su asombro fue tanto mayor cuando Macer volvió hacia el lugar donde se hallaba el Emperador, y levantando las manos muy alto clamo con voz clara que a todos alcanzo:

-          ¡Augusto Emperador, yo soy cristiano! Yo peleare con fieras silvestres, pero jamás levantare mi mano contra mis semejantes, los hombres, sean del color que fueren. Yo moriré gustoso; pero ¡yo no matare!

Ante semejantes palabras y actitud se levanto un creciente murmullo.

-          ¿Que quiere decir este? ¡Cristiano! ¿Cuando sucedió su conversión? –

pregunto Marcelo.

Lúculo contesto, - supe que lo habían visitado en el calabozo los malditos cristianos, y que el se habría unido a esa despreciable secta, en la cual se halla reunida toda la hez de la humanidad. Es muy probable que se haya vuelto cristiano.
-          ¿Y preferirá el morir antes que pelear?

-          Así suelen proceder aquellos fanáticos. La sorpresa de aquel populacho fue reemplazada por una ira salvaje.

Le indignaba que un mero gladiador se atreviera a decepcionarles. Los lacayos se apresuraron a intervenir para que la lucha continuara. Si en verdad Macer insistía en negarse a luchar debería sufrir todo el peso de las consecuencias.
Pero la firmeza del cristiano era inconmovible. Absolutamente desarmado avanzo hacia el africano, a quien el podía haber dejado muerto solamente con un golpe de su puño. El rostro del africano se había tronado en estos breves instantes cual de un feroz endemoniado. En sus siniestros ojos relumbraba una mezcla de sorpresa y regocijo loco.
Recogiendo su espada y asiéndola firmemente se dispuso al ataque con toda libertad, hundiéndola de un golpe en el corazón de Macer.

- ¡SEÑOR JESUS, RECIBE MI ESPIRITU!

Salieron esas palabras entre el torrente de sangre en medio del cual este humilde pero osado testigo de Cristo dejo la tierra, uniéndose al nobilísimo ejercito de mártires.

Tomado del libro  El Mártir de las Catacumbas.

Esta  historia  Continuara  .........